El tizón navideño o madero de navidad (también cachopo navideño) es una gran madera que en Nochebuena se enciende en la lareira cuidadosamente limpia y barrida, preferentemente se utiliza madera de roble. Permanece encendida desde la noche del 24 de diciembre hasta Año Nuevo que es cuando se apaga.
Se vuelve a encender durante las tormentas como elemento protector de la casa, el ganado y sus habitantes.
Es una tradición ancestral en Galicia y otras partes de Europa central y occidental ligada a los ritos paganos indoeuropeos y celtas de las celebraciones del solsticio de invierno. Simboliza la destrucción de lo antiguo para dar paso a lo nuevo.
La Navidad ancestral gallega, insertada en la tradición cristiana desde el siglo IV, tiene también una relación palpable con la agraria, cuando el agricultor, por el mal tiempo y los días cortos, concentraba su esfuerzo en trabajos artesanales dentro casa o en tareas como la matanza del cerdo. Abuelos, hijos y nietos se juntaban junto al fuego en Nochebuena, donde según los relatos, también se reunían las almas de los antepasados difuntos. Costumbres que, junto con los cantos de villancicos, etc., componen las tradiciones navideñas que aún se conservan en la actualidad.
Entre los pueblos celtas galaicos existía la costumbre de mantener encendida una vela en honor a la diosa Madre Tierra durante el solsticio de invierno, utilizando los restos de la vela del año anterior. Debía arder doce horas para atraer la buena suerte.
Basada en esta tradición surgió una de las tradiciones más antiguas y arraigadas de Galicia.
En Galicia, el madero debía encenderse en la chimenea hasta Año nuevo. En algunos lugares, como Becerreá, durante todo el año, prendiéndole fuego todos los días, aunque fuera por poco tiempo. Luego se dejaba apagar y se guardaba para usar aparte de ese ratito diario para valerse de él durante las tormentas o cuando se intuía una desgracia en la casa, como elemento protector del hogar
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