Se acerca la noche de San Juan, la noche más mágica del año, donde el culto al fuego, el agua y la tierra está asegurado, hoy hablaremos del agua.
Antiguamente, se pensaba que al amanecer del día de San Juan las aguas de las fuentes, regatos y riachuelos estaban provistas por un espacio corto de tiempo de poderes especiales.
Hay una tradición antigua llamada “flor de agua” que se produce cuando empiezan a brillar los primeros rayos del sol,
“La flor de agua” se relaciona a las aguas de las fuentes, pozos, riachuelos, etcétera, cuando reciben los primeros rayos del sol en la madrugada de la noche mágica de San Juan, ya consumida la hoguera y que tiene un poder beneficioso y sanador para el que la bebe o se moja en sus aguas.
Las fuentes eran un lugar ameno; un lugar de encuentro, de deseo amoroso y mismo de lamento del amor ausente; el locus amoenus que podemos recrear y gozar con lectura de canciones de lírica medieval y mismo cantar con letras del cancionero de tradición oral.
"Maruxina vai na fonte
moito tarda que non vén:
ou rompeu o cantariño ou moitos amores ten".
El culto al mundo mágico del agua es una herencia recibida de la cultura castreña, afianzada en el imaginario popular por la cultura sueva.
Los castreños adoraban a las fuentes y sus efectos mágicos, propiciatorios y terapéuticos, y estas creencias permanecieron en la vida cotidiana de nuestras gentes.
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